“el Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14). Dios se solidarizó con el ser humano y asumió su misma condición al hacerse parte de su historia.
El Verbo de Dios se hizo carne (se hizo ser humano) en Jesús de Nazaret que asumió nuestra condición. Es decir, nuestra historia con lo bello, lo malo y lo feo, pues solo se redime aquello que se asume. Decimos con esto que el Verbo de Dios asumió toda la historia humana para salvarla. Nuestra realidad: aquello que nos hace sufrir, llorar, gemir, sentir rabia, etc, lo asumió Jesús. Y lo asumió para redimirlo. Él hizo su propia historia de salvación y venció: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33b).
El Verbo puso su tienda entre nosotros. La tienda es una bella imagen simbólica tomada del Antiguo Testamento. Utilizada por el pueblo de Israel en el desierto, cuando iba de camino a la tierra prometida, como lugar que daba reposo, ánimo y sentido en el caminar. La tienda es signo de la humanidad, en la cual el Hijo de Dios se encarna para hacer con ella un nuevo éxodo hacia una nueva realidad que libera de la opresión y brinda nuevas posibilidades de vida, otro modo de vivir es posible. Jesús, el Verbo hecho hombre, nos salva, no sacándonos de la historia, sino asumiéndola y llevándola a la plenitud.
Creo que como cristianos debemos inyectar en la sociedad en que vivimos el espíritu de empuje en la construcción y reconstrucción de la historia, en lo personal, comunitario y social. Permitir que Jesús se encarne en mi historia personal, en nuestra historia familiar, en nuestra historia comunitaria, eclesial y social. Que el Verbo ponga su tienda entre nosotros y nos impulse a caminar hacia la tierra prometida; hacia un mundo más humano, solidario, fraterno y feliz. Sí esto es posible, aunque nos digan lo contrario. Ánimo
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