En
Mt 5,21-22 aparecen una serie de instrucciones de Jesús hacia los hombres, las
cuales suponen un cambio radical en cuanto a la manera de obrar que se estaba
adoptando en los tiempos del Nazareno. Vemos también como en la parábola del
hijo pródigo se nos da a entender que, en definitiva, quien desea ser partícipe
de la casa del Padre tiene que respetar a los demás. En este sentido, cabe
destacar, que el disfrute del Reino lleva consigo un respeto total entre
personas. Este respeto está basado en los lazos comunitarios con aquellos que
acompañan nuestro camino y nuestras andanzas. Ante el recuerdo de la Ley, Jesús
añade una explicación misericordiosa, la cual complementará dicha norma.
Entendemos pues que, el apartarse de las relaciones interpersonales fraternas
con nuestro prójimo, vecino o hermano supondrá también un quebranto de la ética
judía (aquí tendría mucho peso la parábola del buen samaritano, aquel que sigue
lo que le dicta su corazón sin temor a cometer un acto impuro). Es este rechazo
o alejamiento para con el “otro” el que nos señala Jesús; animándonos a
esforzarse por no adoptarlo en nuestros actos corrientes y diarios. Es posible
que Jesús estuviese protestando ante la forma de observar la antigua Ley,
denunciando así que se había llegado a un punto donde la humanidad no era lo
principal; humanidad tan necesaria para nuestras relaciones interpersonales (en
Mt 5,20 podemos ver como Jesús acusa a los maestros y fariseos de una forma muy
directa).
El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer
poseía un lema el cual puede explicar muy bien esta relación con el prójimo.
Este lema era el siguiente: “entre mi prójimo y yo está Cristo”. Para él
este era el fundamento de su idea de comunidad, sobre todo porque representaba
de qué manera el prójimo desea ser amado (tal y como es en su interior).
Sabemos que entre nosotros, en nuestras relaciones, siempre aparecen
diferencias empujadas por nuestro egoísmo. Es en este momento donde tendremos
que hacer uso de nuestro amor espiritual, del amor fraterno cristiano, ofrecido
por Dios como don. A raíz del fundamento de Bonhoeffer y, después de
desarrollarlo en su obra “El precio de la gracia”, surgió un nuevo concepto el
cual explica muy bien aquello que podría estar afectando a los judíos de la
época de Jesús. Este nuevo concepto era la “gracia barata”. Este término
señalaba la “devaluación” que sufría la “vida cristiana” (una vida que Jesús se
había preocupado en resaltar entre sus contemporáneos y que después estuvo tan
arraigada en la espiritualidad de las primeras comunidades). Debemos entender,
tal como se apunta en el tema, que el ser discípulo de Jesús no es aquel que en
su forma de actuar solamente está movido por un ejemplar cumplimiento de la
Ley; sino que está movido por su corazón y es radicalmente capaz de representar
la forma de actuar de Cristo ya que, al fin y al cabo, es Este quien se
encuentra posicionado entre yo y mi prójimo. Un abrazo, amigos del camino. (Aportado por José Viladecans).