martes, 4 de marzo de 2014

Sí A es igual a B y B es igual a C entonces, A es igual a C


“Sí A es igual a B y B es igual a C entonces, A es igual a C”
Recuerdo con cariño a Dn. José, mi profesor de Filosofía durante el Instituto. Siempre aparecía con la férrea voluntad de hacer que esos 32 chic@s de 16 años que tenía delante aprendieran a tomar sus propias decisiones y tuvieran la necesidad de cuestionarse todo, de razonar, para llegar a sus propias conclusiones respetando siempre las de los demás y así poder ser unas personas consecuentes y coherentes. En resumidas cuentas, pretendía enseñarnos ¡Lógica!.
Unos días eran más fáciles que otros, para los días difíciles usaba la siguiente afirmación: “Sí A es igual a B y B es igual a C entonces, A es igual a C”, sustituyendo las letras por las ideas más bizarras que se le ocurrieran dando así lugar a afirmaciones tan descabelladas que captaban nuestra atención de inmediato.
Hace un par de semanas leímos en el Culto Gn 2:7 “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.”, algo hizo saltar un resorte en mi interior y esa afirmación Lógica volvió a mí con las siguientes palabras: “Sí Dios crea al Hombre y el Hombre es parte indisoluble de la Humanidad entonces, Dios es parte indisoluble de la Humanidad.” Y esta afirmación me sigue de manera incansable desde entonces y cuanto más reflexiono sobre ella más me doy cuenta de lo complejo de su afirmación.
El Hombre es un ser terrenal finito y limitado creado por un Ser eterno y omnisciente a “Su imagen y semejanza”, pero que debido a nuestra propia naturaleza estamos limitados de forma individual y no somos capaces de abarcarlo, por eso nos llena de “aliento de vida” a cada uno de nosotros y para toda nuestra existencia, porque como parte de un todo que es la Humanidad pertenecemos a algo más duradero y completo que el individuo y, es como ese todo como podemos lograr ser a “Su imagen y semejanza”. Sólo abandonando el Yo y siendo Nosotros podremos acercarnos a Dios y, sólo teniendo como ejemplo vivo a Cristo en el centro de nuestras vidas podremos intentar que nuestro mundo sea un reflejo del Reino.

Erika Aguerri