miércoles, 9 de noviembre de 2011

Combatir la desigualdad de género para lograr la salud de las mujeres

08 noviembre 2011
La Dra. Sarojini Nadar es una teóloga y académica de Sudáfrica que trabaja en cuestiones de género, religión y salud desde hace muchos años. Actualmente es profesora principal y directora del programa de Género y Religión, en la Facultad de Religión y Teología de la Universidad de KwaZulu-Natal. Nadar ha estado empeñada a fondo con las iglesias para crear una conciencia sobre la salud de las mujeres en las comunidades, poniendo en tela de juicio los valores patriarcales y trabajando a favor de la justicia de género.

Como parte de la iniciativa del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) de invitar a congregaciones y cristianos individuales a hacer de noviembre un mes de salud y sanación, e iniciar meditaciones bíblicas sobre género y salud reproductiva y sexual, Nadar fue entrevistada por el grupo de comunicaciones del CMI en relación con el tema “Desigualdad de género y su impacto en la salud: creadas a imagen de Dios”.
¿Cuáles son los problemas principales con que se enfrentan las mujeres en relación con su salud y bienestar, como consecuencia de la desigualdad de género?
Es importante señalar que la salud no es necesariamente la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar holístico en todos los aspectos de la propia vida: físicos, emocionales, mentales, sociales y, ciertamente, espirituales. La desigualdad de género influye desgraciadamente en cada uno de estos aspectos del bienestar, causando no sólo un desequilibrio en la sociedad, sino también puede conducir incluso a la muerte física. El ejemplo más doloroso de ello es el de la pandemia del VIH y el SIDA en Sudáfrica. La desigualdad de género es un factor determinante en la transmisión sexual del VIH y, al mismo tiempo, influye en el tratamiento, la atención y el apoyo. El VIH ha llegado a manifestarse como una pandemia de género debido al contexto sociopolítico de nuestras sociedades.
¿Qué soluciones pueden ofrecer las iglesias para garantizar la buena salud de las mujeres en las comunidades?
Hay toda una serie de espacios que existen y pueden crearse para que las mujeres elijan opciones más sanas que conduzcan a su bienestar. No hay tiempo para examinar todos estos espacios, pero yo pienso que uno de los más poderosos es el de las organizaciones eclesiales de mujeres.
Estas organizaciones pueden ofrecer el espacio para que las mujeres lleguen a ser agentes de cambio y para combatir el status quo patriarcal. Por desgracia, estas organizaciones se han convertido en “portavoces patriarcales”, en lugar de ser espacios para la transformación. El único modo en que se pueden recuperar estos espacios es que las mujeres mismas tengan un fuerte sentido de justicia y equidad de género.
Además, prácticas culturales perjudiciales, tales como la “limpieza de las viudas” (práctica tradicional según la cual se espera que las mujeres tengan relaciones sexuales, en muchos casos, con un pariente de su fallecido marido, con el fin de asegurar la propiedad dentro de la familia), la mutilación genital femenina, la preparación de las mujeres para relaciones de género desiguales en el matrimonio, todo lo cual continúa alimentando la pandemia del VIH. Frecuentemente son las mujeres quienes mantienen estas prácticas.
¿Cómo ve usted la función de las iglesias para apoyar a las mujeres en su búsqueda de la equidad y buena salud?
Varios estudios sobre desigualdad y violencia de género muestran que, a pesar del impresionante mecanismo nacional, la desigualdad y la violencia de género siguen alcanzando niveles inaceptablemente altos. Por esta razón, es más importante que nunca la función de las iglesias.
Una de las formas más importantes para atender a las personas es por medio del texto sagrado, la Biblia. La Biblia está llena de recursos para afrontar la desigualdad de género y mostrar los modos en que dicha desigualdad conduce a la enfermedad y la muerte. Estos textos bíblicos son demasiados para mencionarlos todos, pero quizás en el meollo del problema se halla la cuestión de la dignidad humana: profundizar en lo que significa haber sido creadas a imagen de Dios.
¿Cómo entiende usted la frase bíblica “Creados a imagen de Dios”?
El mito mediooriental de los orígenes de la creación que aparece en la Biblia Hebrea no sólo se ha afianzado en las culturas de todo el mundo sino que ha servido para establecer y legitimar una jerarquía de relaciones de género en la sociedad, debido simplemente a la idea de que la mujer fue creada a partir de la costilla del hombre.
Como ha señalado Phyllis Trible, “a través de los tiempos se ha utilizado este texto para legitimar el patriarcado como voluntad de Dios. Se defiende que subordina la mujer al hombre en la creación, la describe como su seductora, la maldice, y autoriza al hombre a dominarla”. Un estudio de la Biblia que cuestione la noción de que la mujer fue creada de una costilla, en lugar de ser la mitad del primer adama terrícola, puede contribuir en gran medida a fundamentar la idea de que la mujer fue creada plenamente a imagen y semejanza de Dios y que, por lo tanto, la violencia contra la mujer implica “violencia contra Dios”.

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